Uno de los puntos a tener en cuenta más importantes a la hora de realizar nuestra inversión, junto con la disponibilidad o liquidez de nuestro dinero, es la diversificación de nuestra inversión distribuyéndola entre diferentes productos o servicios bancarios y financieros.
Diversificar nuestra inversión equivale a reducir el riesgo de la misma. No todos disponemos de grandes cantidades de dinero, e invertirlo todo en un sólo producto puede suponer un riesgo importante si invertimos en fondos de dudosa liquidez, como ocurrió recientemente con los fondos inmobiliarios del BBVA y Santander Banif.
Es cierto que los depósitos y fondos bancarios “puros”, sin exposición a valores bursátiles, suponen un menor riesgo, prácticamente reducido a la quiebra de la entidad, y estando además sujetos a la garantía de 100.000€ que amplió el Gobierno a raíz de esta crisis.
Pero la filosofía del “de todo un poco” puede ser buena incluso tratándose de pequeñas inversiones. En términos de rentabilidad, podemos contratar varios productos a corto y largo plazo, evitando que la rentabilidad de nuestra inversión fluctúe según pase el tiempo, manteniendo una inversión a largo plazo que no necesitemos líquida mientras buscamos otro producto a corto plazo que se adecúe a la rentabilidad que fijemos como objetivo razonable según la situación económica del momento.
Además de distribuir nuestras inversiones en distintos activos sería bueno hacerlo también entre distintos mercados, siguiendo siempre unas pautas fijas que debemos tener en cuenta:
-Situación personal (¿Necesitas el dinero? ¿En cuánto tiempo?). Se trata de aplicar aquello de “invertir lo que no necesitemos”.
-Situación del mercado en el que queramos invertir. Debemos fijar objetivos en cada mercado y evaluar riesgos.
-Plazo al que deseamos invertir.
-Nivel de riesgo que estemos dispuesto a asumir.
En siguientes entradas trataremos este tema un poco más a fondo siempre dirigiéndonos a pequeños inversores que inician su camino, con el ánimo de intentar ayudar y aconsejar a éstos.
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