La complejidad de los productos financieros es un elemento importantísimo que se debe tener en cuenta a la hora de contratar cualquier producto que nos ofrezcan en cualquier sucursal bancaria, sea o no de confianza.
Es importante comprender y entender el producto que nos están ofreciendo, así como preguntar por cualquier detalle que pueda acarrearnos dudas. Esto puede parecer obvio, pero la realidad es que no se pone en práctica y esto lo están aprovechando las entidades para colocar estos productos complejos o con trampa escondida entre los inversores minoristas de este país.
Un ejemplo de esto lo encontramos en el tema de las participaciones preferentes, que tienen mucha miga escondida y que la Comisión Nacional del Mercado de Valores viene avisando de la mala praxis por parte de las entidades bancarias colocando estas participaciones preferentes incluso a pensionistas que no tienen conocimiento de dónde se están metiendo realmente.
Las participaciones preferentes tienen asociada una rentabilidad que está sujeta a la obtención de beneficios por parte de la entidad que las emite. Y no hablamos de beneficios en términos netos, sino de beneficios distribuibles, es decir, que no los doten hacia reservas, o cualquier otro lugar dentro del patrimonio neto de la entidad. Además es deuda perpetua, por lo que estas participaciones podrán ser amortizadas cuando a la entidad le venga en gana.
Esto es sólo un ejemplo de lo que habremos de tener en mente a la hora de firmar un contrato de este tipo. Por su parte, la CNMV ha decidido catalogar este ejemplo de las participaciones preferentes como producto complejo, intentando avisar así al pequeño inversor.
Deberemos, pues, aplicar aquello de “no compre nada que no entienda”, al igual que haríamos con cualquier otro producto en cualquier circunstancia y lugar, sólo así lograremos mantener invertido nuestro dinero sin asumir demasiados riesgos.
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