Siempre hemos escuchado aquello de que en tiempos de crisis los divorcios se frenan, y es cierto.
El Instituto Nacional de Estadística en un informe emitido recientemente, habla de un descenso de las rupturas matrimoniales de un 13,5% en el año 2008 con respecto al año anterior.
El análisis con lo que a nosotros nos incumbe, que son las finanzas, es de fácil lectura, y es que tras la crisis financiera el estado de las unidades familiares, que no dejan de ser “pequeñas empresas”, ha tocado fondo y no nos podemos permitir disociarnos y disolver la sociedad, más aún cuando convivimos en régimen de gananciales.
Los hijos son otro factor a tener en cuenta a la hora de separarnos, pues al cabeza de familia o generador de los principales ingresos de la casa se le reservará, en la mayoría de los casos, la responsabilidad del apoyo económico para la vida del menor hasta su emancipación.
Esto, junto con las diversas propiedades, ahora devaluadas y que deben ser repartidas, hace que nos lo pensemos dos veces a la hora de separarnos y aguantar esos pequeños defectos que nuestra pareja tiene pues, al fin y al cabo, “sólo son pequeños detalles”.
Dicho esto, sólo me queda decir que lo que Dios ha unido en matrimonio ¡No lo separe la crisis!
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