Son dos los principales motivos que hacen que la rentabilidad real de nuestras inversiones en productos bancarios o cualquier otro tipo de producto disminuya: la inflación y la subida de los tipos impositivos a las rentas del capital.
Mientras salimos, o no, de esta crisis que ya lleva dos años instalada en nuestro país, el primer síntoma que ya venimos observando es la contención y pequeñas subidas de los precios, como venimos observando ya en los datos del IPC de Diciembre con un repunte de cinco décimas que dejó la tasa interanual en el 0,8%.
Sabemos que en el momento en el que los precios empiecen a recuperar su ritmo habitual los tipos de interés subirán como medida por parte del BCE de contener dicha inflación, pero mientras esto ocurre, y a unos tipos dados, la pérdida de rentabilidad es patente, máxime en un momento donde nos ofrecen un 3% y los precios crecen cercano al 1%.
Por otro lado si el Gobierno, como es el caso del Gobierno Español, decide subirnos el tipo de retención aplicado a los rendimientos del capital, la pérdida de rentabilidad es aún mayor.
Estos dos factores hacen que los tipos de inversiones se desvíen hacia las más riesgosas ya que la rentabilidad real que una inversión a tipo fijo conservadora nos puede general es escasa. O dicho de otro modo, el coste de oportunidad de este tipo de inversión es poco convincente como para desviar nuestras preferencias.
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